29 agosto 2005

“Nashville”, de JOSH ROUSE.

Para que no se pueda acusar de comentar siempre discos de años pasados, aquí tenemos uno recién lanzado. Es más, si de aquí a diciembre no se publica algo mejor, no tendré más remedio que considerarlo como el mejor disco del año. Verdaderamente excepcional, emocionante (Sad eyes) y muy fresco. Josh Rouse, un norteamericano afincado en Altea se supera a sí mismo con este trabajo, por encima no ya de “1972” (su disco más aclamado) sino de Under the cold blue stars (su mejor antecedente). El género del álbum nos remite a un pop empapado de folk americano, aunque nadie piense que se trata de un vinilo puramente folk o country, nada de eso. Se trata de un pop más o menos convencional pero con una indisimulable influencia de la música de estadounidense. El secreto de Nashville radica en el mimo con el que están compuestas las canciones y especialmente por la interpretación. Rouse nos deleita con su delicada voz sin caer en la ñoñería, con una suavidad deliciosa.

El álbum es coherente, ningún tema desentona, quizá sólo Why won´t you tell me what, todos se hallan ordenados minuciosamente para que el resultado sea óptimo. Entre todas las canciones destaco, a mi gusto, la citada Sad eyes, que no es que sea preciosa, sino que además el ramalazo final homenaje a la “ELO” es brutal, increíble, ahí Josh Rouse revienta el CD.

En definitiva, un disco muy notable, para todos los públicos y para todo tipo de ambientes, ya sea para salir de fiesta o para quedarse en casa relajándose con él. Gran disco, sí señor.

23 agosto 2005

“El escarabajo más grande Europa”, de EL NIÑO GUSANO.

Nadie pensó en 1995, cuando publicaron su primer largo (Circo luso), que estos zaragozanos alcanzarían la cota de El escarabajo más grande de Europa (1998), aunque El efecto lupa (1996) sí lo presagiara. Un disco magistral, auténticamente excepcional, tanto en la composición, como en los sonidos, las letras (la poesía de Sergio Algora) y en la interpretación (espléndida, especialmente batería y bajo).

Es un disco difícil de describir, aunque indudablemente pop. Pero un pop metido en “el jardín de las delicias”, un pop multiforme, en el que se intercalan diversos ritmos, distintas composiciones, y múltiples arreglos que van desde sonidos de juguetes hasta las secciones de viento y cuerda más refinadas. Todo ello combinado con una precisión milimétrica, en la que nada, absolutamente nada queda suelto. Todos los detalles de este álbum, por pequeños que sean, están colocados como la pieza de un reloj. Un disco que cada vez que se escucha ofrece un nuevo y asombroso detalle al oído.

La composición de los temas es exquisita, ni demasiado sencilla, ni tan compleja que no permita seguir el compás. Las letras delirantes (o no, ¿?) pero admirablemente inteligentes y sobre todo imaginativas. Cada canción crea un ambiente distinto, que van de lo dramático (El jefe de las tortugas, El fabricante de alas de mariposa o Soy ruso, señor) a lo más desternillante (El rayo cae, Lourdes, Tolkas o La clínica de la radio y la televisión), sin descuidar los sonidos más convencionales (Duerme o Ahora feliz, feliz) y los guiños a la nana-pop (Papel de regalo o Yugoslavia me gusta más). Todo ello encerrado entre la primera y la última canción (Telehueso en ambos casos), una hilarante introducción/epílogo que sirve para encender y apagar el compacto.

Un disco de cinco estrellas (doradas), una delicia sublime que todo el mundo debería escuchar, por lo menos una vez, para probar estos nuevos sabores-pop que descubrimos muy, muy de vez en cuando. Otra auténtica obra maestra del género, sin ambages.

Tras separarse, parte de los componentes de El niño gusano han formado Muy poca gente, y La costa brava, por un lado y sucesivamente, y por otro, Tachenko, auténticos sucesores de aquellos primeros, que con su primer y, por el momento único LP (Nieves y rescates, 2004) nos han vuelto a dar una enorme alegría.

14 agosto 2005

“Négatif”, de BENJAMIN BIOLAY.

Aunque parezca mentira, es alentador comprobar que hoy día se siguen haciendo obras maestras de la música. Y esta, naturalmente, es una de ellas. La escena de la chanson-pop francesa bulle al margen de lo que nos llega a España, pero uno de los pocos autores que nos importan nuestros vecinos es Benjamín Biolay. Un jovencito multiinstrumentista de voz sensual y cálida, que en este “Négatif” presenta un lujoso catálogo de nueva chanson: temas de reminiscencias a los clásicos franceses e italianos aderezada con todo tipo de arreglos instrumentales y sintéticos. Ruiditos, vocecillas, pianos, coros, violines, el exquisito acompañamiento vocal de Ciara Mastroianni, esposa del artista; samplers, bases de pitiminí, y todo lo que pueda decorar la letras de cada canción. A pesar de sonar como un apéndice de su anterior trabajo (Rose Kennedy), Négatif es precisamente la perfección de aquel primero, aunque sólo en la música ya que la composición es gemela del otro.

El disco es compacto, coherente, aunque los arreglos de cada canción la llevan a una textura distinta: así, las más acústicas como Billy Bob a raison, Hors la vie, Je ne t´ai pais aimé o Des lendemains qui chantent, son pura chanson ilustrada; las sofisticadas Chaise à Tokyo y Little darling resultan inquietantes, diveridas y sorprendentes; la sutilidad de los temas de piano (entre los que destaca La vanité por su sencillez) constituyen el contrapunto del resto del álbum; y, en fin, las más profundas y envolventes, como La pénombre des Pays-Bas y Négatif, podrían ser interpretadas incluso por una orquesta nacional.

Sin duda alguna, uno de los mejores discos de esta década. Una joya espléndida en mitad de los años 2000 que le obligan a uno de cambiar muy gustosamente de parecer cuando de vez en cuando piensa que en la música ya está todo inventado.

Se editó una edición especial en la que se incorporó un segundo Ep de 7 temas, algunos de ellos encantadores (La dérive des continents, Les insulaires y Holland Spring) y el resto de bastante peor calidad, del estilo que Benjamín incluiría después en “Home” (2004) y “A L´origine” (2005), muy inferiores ambos a Négatif.

08 agosto 2005

“Lloyd Cole”, de LLOYD COLE.

Por coherencia personal, no podía comenzar el repaso de estos “grandes discos desconocidos” por otro que no fuera este. Primer disco en solitario del que fuera líder, vocalista y compositor de los Commotions. Y digo lo de la coherencia porque, con todo lo bueno que es, seguramente es el disco que cambiaría para siempre mi vida musical. Año 1990. Nada más escuchar las primeras notas del Don´t look back, tema que abre el vinilo, supe que me iba a ofrecer: pop melancólico de guitarras acústicas, salteado con rock melódico de baterías contundentes y órganos Hammond. Composiciones básicas pero a la vez originales por cómo trató Lloyd su composición y sobre todo el sonido: enormemente enérgico en las canciones más directas (Sweet Heart o I hate to see you doing that staff) pero sin perder en ningún momento la sensibilidad con la que el de Glasgow ha concebido siempre su música; y tierno en las baladas (Loveless).

En cuanto al estilo, escuché en su momento que tenía ingredientes de Bob Dylan, no lo creo en absoluto (salvo en la harmónica de Undressed). Es mucho más deudor del pop inglés de los ´80 que de cualquier grupo de las islas. Es más, se puede comprobar sin dificultad que este disco culmina el propio estilo de Lloyd Cole and the Commotions, por su madurez, y porque, aun sonando igual, la instrumentación es impecable, a diferencia de la de aquellos, que a lo largo de su trayectoria fueron rehenes de los medios técnicos y de las producciones de la década de los ´80. En cambio, Lloyd en solitario incluye numerosos arreglos de viento (A long way down), el delicioso sonido del Hammon, y la dulzura de los punteos acústicos.

En definitiva, un disco perfectamente coherente, original, vivo, deliciosamente rítmico, emocionante (Ice cream girl), divertido cuando quiere serlo, reconfortante y cantado con esa voz tan personal medio impostada de Lloyd. Un disco maravilloso que se presentó y es conocido con una perla: No blue skies.