02 octubre 2005

“Brutal youth”, de ELVIS COTELLO.

Elvis Costello es uno de los compositores de más rango del pop moderno. Comparable tanto con Lennon/McCartney como con los clásicos de verdad: Mozart, Bach, etc. El mayor inconveniente que tiene Elvis Costello es que huye de las composiciones sencillas como del diablo. Esto supone que en sus temas nada acaba como parece que va a acabar. Esto le convierte en un espléndido compositor, como digo, pero también le hace de más difícil escucha. Se dice que sus mejores álbumes son My aim is true o This year´s model, pero yo, como en tantas otras ocasiones, creo definitivamente que el disco más encantador de Elvis es Brutal Youth, entre otras razones porque en él, se abandona esa composición barroca que lastra a Mr. Costello en sus otros trabajos. Dicho de otra forma: lo mejor que tiene este disco es su sencillez y su previsibilidad. Aquí, por primera vez en décadas, Elvis se despoja de esos prejuicios y se suelta al composición de temas roncanroleros amerianos de los años 50 y 60. Y el resultado es magnífico. El disco es de los que no entran a la primera pero de los que admiten un centenar de pasadas sin aburrir ni un milímetro.

Un disco altamente recomendable, sobre todo porque en él se puede disfrutar de un genio sin prejuicios.

25 septiembre 2005

“Échate un cantecito”, de KIKO VENENO

Vaya por delante que al que escribe esto, el flamenco y todos sus accesorios le dan grima. Dicho lo cual: este disco (1992), a mi juicio, se encuentra entre los 5 mejores españoles de los años ´90. Y eso es mucho. Kiko conjuga aquí de forma magistral la canción flamenquita con el pop español de toda la vida. La balada, la rumbita simpática, el cantecito de Cádiz y el gustito del sur. El disco entero es casi “un todo”, desde Lobo López hasta En un Mercedes blanco (mítica, con sus “diez duricos de papel Albal”, lo rompe!, “el cielo se ilumina”).

Hasta este disco, Kiko se dedicó a la canción flamenca más purista, y por tanto, menos accesible, más cruda. En cambio este álbum gusta a todos los públicos. Pero ojo, no se trata de un disco chabacano aflamencado como cualquier otro, al contrario, Échate un cantecito supone la obra más cuidadosa que ha hecho este figuerense afincado en “la tacita de plata”. Genial, de verdad. Una auténtica delicia a la española que a uno le pone a tocar palmas aunque odie la canción flamenca.

18 septiembre 2005

“Vauxhall & I”, de MORRISSEY

Hasta el año de publicación de este disco (1994) el ex cantante de The Smiths había seguido una especie de línea continuista del grupo que lideró: muy evidente en sus dos primeros trabajos “Viva hate” (1988) y “Bona drug” (1990), y bastante menos en los siguientes: “Kill uncle” (1991) y “Your arsenal” (1992), precursor éste del resto de la etapa más moderna del autor. En “Vauxhall & I” encontramos al Morrissey más intimista de toda su discografía, quizá es por esto por lo que este álbum es considerado el mejor de su etapa en solitario. No es fácil concluir si es el mejor, aunque lo que es evidente que es el más especial, en el mejor sentido.

Comienza con una pieza extraordinaria “Now my heart is full”, lo cual ya indica el estado de ánimo del de Manchester. Los temas 2 y 3 (Spring heeled Jim y Billy Budd) son dos arrancadas de Morrissey que nada tienen que ver con el resto del disco. Ahora bien, el resto es pura delicia. Susurros, temática onírica, encanto, delicadeza. Una auténtica maravilla.

De todas formas, si alguien se quiere iniciar en Morrissey le recomiendo que lo haga con “Maladjusted” (1997), su disco más convencional y ortodoxo.

11 septiembre 2005

“New York”, de LOU REED.

Transformer” (1972) siempre ha sido considerado el mejor disco de Lou Reed. En cambio, y aunque no deja de ser un álbum interesante, a mi juicio, no tengo duda alguna de que el zénit de la carrera del compositor neoyorquino está aquí, en “New York” (1989), ya que nunca antes hizo un trabajo de su altura, ni creo que llegue a publicar nada que lo supere. Rock and Roll puro, o si se quiere, Rock and Roll recitado, en un estilo que sólo Reed ha cultivado, y que se reconoce de inmediato. Un disco que oscila entre los temas del Rock más intenso y ortodoxo (There is not time, Busload of faith o Sick of you) hasta las canciones de tono lírico como Halloween Parade, Last great american whale o Xmas in february, y alguna sorpresa estilística.

No se puede destacar ningún tema sobre el resto, si acaso “Dirty Bulebard”, como single de mayor eco. En lo que sí destaca “New York” es en la composición de las letras. Aquí encontramos al ex líder de la Velvet Underground crítico y ácido con la realidad de las calles de su adorada ciudad, en la que se describen los rincones de la “gran manzana” desde el Bronx hasta Manhattan pasando por el Lincoln Tunel. También apela a la ecología en la conmovedora “Last great american Whale” en la que recita aquello de que “algunos dicen que la vieron en los grandes lagos/ otros dicen que la vieron sobre la costa de Florida/ mi madre dijo que la vio en Chinatown/ pero no siempre te puedes fiar de tu madre […]”.

En suma: la obra cumbre de Lou Reed; un LP, como fue su formato original, magnífico y estremecedor si se escuchan, y entienden, las letras. Un disco para todos los públicos, o mejor, un disco con canciones para todos los públicos.

29 agosto 2005

“Nashville”, de JOSH ROUSE.

Para que no se pueda acusar de comentar siempre discos de años pasados, aquí tenemos uno recién lanzado. Es más, si de aquí a diciembre no se publica algo mejor, no tendré más remedio que considerarlo como el mejor disco del año. Verdaderamente excepcional, emocionante (Sad eyes) y muy fresco. Josh Rouse, un norteamericano afincado en Altea se supera a sí mismo con este trabajo, por encima no ya de “1972” (su disco más aclamado) sino de Under the cold blue stars (su mejor antecedente). El género del álbum nos remite a un pop empapado de folk americano, aunque nadie piense que se trata de un vinilo puramente folk o country, nada de eso. Se trata de un pop más o menos convencional pero con una indisimulable influencia de la música de estadounidense. El secreto de Nashville radica en el mimo con el que están compuestas las canciones y especialmente por la interpretación. Rouse nos deleita con su delicada voz sin caer en la ñoñería, con una suavidad deliciosa.

El álbum es coherente, ningún tema desentona, quizá sólo Why won´t you tell me what, todos se hallan ordenados minuciosamente para que el resultado sea óptimo. Entre todas las canciones destaco, a mi gusto, la citada Sad eyes, que no es que sea preciosa, sino que además el ramalazo final homenaje a la “ELO” es brutal, increíble, ahí Josh Rouse revienta el CD.

En definitiva, un disco muy notable, para todos los públicos y para todo tipo de ambientes, ya sea para salir de fiesta o para quedarse en casa relajándose con él. Gran disco, sí señor.

23 agosto 2005

“El escarabajo más grande Europa”, de EL NIÑO GUSANO.

Nadie pensó en 1995, cuando publicaron su primer largo (Circo luso), que estos zaragozanos alcanzarían la cota de El escarabajo más grande de Europa (1998), aunque El efecto lupa (1996) sí lo presagiara. Un disco magistral, auténticamente excepcional, tanto en la composición, como en los sonidos, las letras (la poesía de Sergio Algora) y en la interpretación (espléndida, especialmente batería y bajo).

Es un disco difícil de describir, aunque indudablemente pop. Pero un pop metido en “el jardín de las delicias”, un pop multiforme, en el que se intercalan diversos ritmos, distintas composiciones, y múltiples arreglos que van desde sonidos de juguetes hasta las secciones de viento y cuerda más refinadas. Todo ello combinado con una precisión milimétrica, en la que nada, absolutamente nada queda suelto. Todos los detalles de este álbum, por pequeños que sean, están colocados como la pieza de un reloj. Un disco que cada vez que se escucha ofrece un nuevo y asombroso detalle al oído.

La composición de los temas es exquisita, ni demasiado sencilla, ni tan compleja que no permita seguir el compás. Las letras delirantes (o no, ¿?) pero admirablemente inteligentes y sobre todo imaginativas. Cada canción crea un ambiente distinto, que van de lo dramático (El jefe de las tortugas, El fabricante de alas de mariposa o Soy ruso, señor) a lo más desternillante (El rayo cae, Lourdes, Tolkas o La clínica de la radio y la televisión), sin descuidar los sonidos más convencionales (Duerme o Ahora feliz, feliz) y los guiños a la nana-pop (Papel de regalo o Yugoslavia me gusta más). Todo ello encerrado entre la primera y la última canción (Telehueso en ambos casos), una hilarante introducción/epílogo que sirve para encender y apagar el compacto.

Un disco de cinco estrellas (doradas), una delicia sublime que todo el mundo debería escuchar, por lo menos una vez, para probar estos nuevos sabores-pop que descubrimos muy, muy de vez en cuando. Otra auténtica obra maestra del género, sin ambages.

Tras separarse, parte de los componentes de El niño gusano han formado Muy poca gente, y La costa brava, por un lado y sucesivamente, y por otro, Tachenko, auténticos sucesores de aquellos primeros, que con su primer y, por el momento único LP (Nieves y rescates, 2004) nos han vuelto a dar una enorme alegría.

14 agosto 2005

“Négatif”, de BENJAMIN BIOLAY.

Aunque parezca mentira, es alentador comprobar que hoy día se siguen haciendo obras maestras de la música. Y esta, naturalmente, es una de ellas. La escena de la chanson-pop francesa bulle al margen de lo que nos llega a España, pero uno de los pocos autores que nos importan nuestros vecinos es Benjamín Biolay. Un jovencito multiinstrumentista de voz sensual y cálida, que en este “Négatif” presenta un lujoso catálogo de nueva chanson: temas de reminiscencias a los clásicos franceses e italianos aderezada con todo tipo de arreglos instrumentales y sintéticos. Ruiditos, vocecillas, pianos, coros, violines, el exquisito acompañamiento vocal de Ciara Mastroianni, esposa del artista; samplers, bases de pitiminí, y todo lo que pueda decorar la letras de cada canción. A pesar de sonar como un apéndice de su anterior trabajo (Rose Kennedy), Négatif es precisamente la perfección de aquel primero, aunque sólo en la música ya que la composición es gemela del otro.

El disco es compacto, coherente, aunque los arreglos de cada canción la llevan a una textura distinta: así, las más acústicas como Billy Bob a raison, Hors la vie, Je ne t´ai pais aimé o Des lendemains qui chantent, son pura chanson ilustrada; las sofisticadas Chaise à Tokyo y Little darling resultan inquietantes, diveridas y sorprendentes; la sutilidad de los temas de piano (entre los que destaca La vanité por su sencillez) constituyen el contrapunto del resto del álbum; y, en fin, las más profundas y envolventes, como La pénombre des Pays-Bas y Négatif, podrían ser interpretadas incluso por una orquesta nacional.

Sin duda alguna, uno de los mejores discos de esta década. Una joya espléndida en mitad de los años 2000 que le obligan a uno de cambiar muy gustosamente de parecer cuando de vez en cuando piensa que en la música ya está todo inventado.

Se editó una edición especial en la que se incorporó un segundo Ep de 7 temas, algunos de ellos encantadores (La dérive des continents, Les insulaires y Holland Spring) y el resto de bastante peor calidad, del estilo que Benjamín incluiría después en “Home” (2004) y “A L´origine” (2005), muy inferiores ambos a Négatif.

08 agosto 2005

“Lloyd Cole”, de LLOYD COLE.

Por coherencia personal, no podía comenzar el repaso de estos “grandes discos desconocidos” por otro que no fuera este. Primer disco en solitario del que fuera líder, vocalista y compositor de los Commotions. Y digo lo de la coherencia porque, con todo lo bueno que es, seguramente es el disco que cambiaría para siempre mi vida musical. Año 1990. Nada más escuchar las primeras notas del Don´t look back, tema que abre el vinilo, supe que me iba a ofrecer: pop melancólico de guitarras acústicas, salteado con rock melódico de baterías contundentes y órganos Hammond. Composiciones básicas pero a la vez originales por cómo trató Lloyd su composición y sobre todo el sonido: enormemente enérgico en las canciones más directas (Sweet Heart o I hate to see you doing that staff) pero sin perder en ningún momento la sensibilidad con la que el de Glasgow ha concebido siempre su música; y tierno en las baladas (Loveless).

En cuanto al estilo, escuché en su momento que tenía ingredientes de Bob Dylan, no lo creo en absoluto (salvo en la harmónica de Undressed). Es mucho más deudor del pop inglés de los ´80 que de cualquier grupo de las islas. Es más, se puede comprobar sin dificultad que este disco culmina el propio estilo de Lloyd Cole and the Commotions, por su madurez, y porque, aun sonando igual, la instrumentación es impecable, a diferencia de la de aquellos, que a lo largo de su trayectoria fueron rehenes de los medios técnicos y de las producciones de la década de los ´80. En cambio, Lloyd en solitario incluye numerosos arreglos de viento (A long way down), el delicioso sonido del Hammon, y la dulzura de los punteos acústicos.

En definitiva, un disco perfectamente coherente, original, vivo, deliciosamente rítmico, emocionante (Ice cream girl), divertido cuando quiere serlo, reconfortante y cantado con esa voz tan personal medio impostada de Lloyd. Un disco maravilloso que se presentó y es conocido con una perla: No blue skies.